jueves, 12 de abril de 2012

Historia de Amor entre un perro y un conejo de campo

   Os voy a contar la historia de una perra y su empeño en adoptar conejos de campo.



   Xena es el nombre de nuestra perra, una mastina que vive con nosotros desde hace 4 años. Una fiel y entrañable amiga. El año pasado, se presentó en casa con un pequeño conejo de campo, al que llamamos Tambor. Era muy pequeño y le criamos con leche de gato que con mucha paciencia le dábamos con una jeringuilla. Al final, Tambor fue libre para seguir corriendo por el campo. 


    Estas fiestas de Semana Santa, Xena me sorprendió de nuevo. Una mañana, se levantó para comer y debajo de ella descubrí una pequeña criatura. Al principio no sabía lo que era, hasta que me acerque y comprobé con sorpresa que de nuevo había traído un conejo. Esta vez, recién nacido. Imaginaros una perra de gran tamaño, como son los mastines, transportando vivo y dando calor como si fuese su hijo, a un conejito tan pequeño como un ratón de poco tiempo. Me acordé de los dibujos animados de “Heidi” cuando Niebla (el perro grandote) se metía en la boca a un pájaro vivo y no le hacía daño. En mi intento de que pudiera sobrevivir el conejo lo metí en una cajita con heno y un gorro de lana, lo puse al lado de la chimenea para que le diera calor y comencé a darle de comer como a Tambor. Desgraciadamente el conejito no ha sobrevivido, era muy difícil porque tendría un día o dos, no más. Vivió con nosotros 3 días, yo he mantenido la esperanza de que podría sobrevivir, pero los esfuerzos han sido inútiles. 

    Pero hoy, me he dado cuenta de que mi perra es persistente. Creo que se ha empeñado en ser mamá de un conejo de campo. Esta mañana, estaba recogiendo la mesa del desayuno que había servido un rato antes a un cliente que se encuentra alojado en una de las casas rurales. Mientras tanto me deleitaba mirando por la ventana, al patio, porque a amanecido lloviendo y estaba observando cómo llegaban al patio y se posaban en el suelo los pájaros, picoteando aquí y allá. La imagen era divertida y me quedé un rato observando. En ese momento, vi pasar a Xena y me pareció que llevaba algo en la boca. Ví que lo soltó en el suelo y se movía. Lo vuelve a coger y se va unos metros hacía otro lado. Sentí curiosidad y salí fuera a ver lo que tenía en la boca. Al acercarme, vi que de nuevo tenía un conejo. ¡Sorpresa! Se acostó encima de la hierba y lo soltó con mucho cuidado lamiéndolo. Me acerqué y al final lo cogí ya que estaba vivo. Este gazapillo es más grande. Estaba asustado y mojado por la lluvia.

 Creo que a Xena no le ha hecho ninguna gracia que me lo lleve y espero que no robe más conejos a sus madres. Aunque creo que ella no opina lo mismo que yo. Le he preparado una cajita con heno y le he puesto al calor. Creo que sobrevivirá al susto de ser secuestrado por un perro. Una curiosa historia campestre para una mañana del mes de Abril protagonizada por un perro y un conejo de campo.

  ¿Quién dijo que el amor entre perros y conejos es imposible?